Paula Castro Blanco
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El amor romántico es una construcción derivada de la cultura victoriana y del periodo del romanticismo. Sus características plantean una relación amorosa fundamentada en la división binaria y pétrea del mundo en lo femenino y lo masculino. En ella, el hombre (construcción social del individuo masculino) es el sujeto deseante y la mujer (construcción social del individuo femenino) es el objeto deseado[1]. De esta forma, las relaciones del hombre hacia la mujer son relaciones de cazador-presa.
Pero esa construcción es solo aparentemente pétrea, en la cultura latinoamericana[2]. En ella existe una mayor movilidad y difusión entre lo masculino y lo femenino, un tránsito permitido por el deseo bisexual[3]. En las imágenes latinoamericanas, del amor romántico, se desea tanto lo culturalmente asociado a lo femenino como lo masculino. Entonces, independiente de que el individuo sea hombre o mujer[4], este desea una otredad del mismo género y del género opuesto.
En la canción de salsa “Ven, devórame otra vez” de Lalo Rodríguez se puede ver refractado ese amor romántico bisexual. El hombre que canta quiere ser feminizado, ya que solo a través de la fecundación (capacidad culturalmente asociada a lo femenino) puede sentir nostalgia. La condición para que ella salga de su cuerpo es pariéndola[5]. Para ello, la mujer deseada tiene que masculinizarse, pues precisamente no verla es la causa fecundadora, es el falo que penetra[6] (capacidad culturalmente asociada a lo masculino).
El estribillo contiene un mandato de repetición “devórame otra vez” y un ceder “el vigor lo guardé para ti”. El cazador se imagina y demanda ser cazado. Él desea ser presa consciente e inconscientemente, porque hasta a sus sueños[7] (inconsciente) ha llegado esa idea. Por ello, entrega su masculinidad, con la entrega del vigor, a la mujer amada, y en esa concesión ella se torna sexualmente salvaje[8] (valor culturalmente masculino).
De pronto el hombre es consciente del carácter transgresor y sancionable del tránsito y pérdida de poder (pérdida de masculinidad) y no le importa; por el contrario, pide que la mujer lo castigue[9]. Además, quiere un abarcamiento completo, necesita una omnipresencia de la mujer (en eso se reafirma la divinidad del amor romántico), pues quiere su cuerpo dibujado, por la mujer, hasta en el lugar más estrecho[10].
Así, el aparente amor romántico-binario-heterosexual, de una de las canciones de salsa de los años 80, es pétreo solo en apariencia (en lo estético). En la materialidad los individuos parte de la relación no se identifican con lo masculino y lo femenino como si fueran características excluyentes y opuestas. Por el contrario, los individuos transitan entre lo culturalmente asignado a su sexo-género. Y desean a los dos géneros en simultaneo, aunque permanecen en una constante ensoñación de divinidad, que hace imposible su amor como lo imaginaron.
[1] Esto implica, por principio de no contradicción, que el masculino no puede ser objeto deseado y el femenino no puede ser sujeto deseante, se niega tanto la sexualidad femenina como la objetivación masculina.
[2] Con esta afirmación no se quiere hacer entender que otras culturas no puedan tener ese tránsito, sino plantear un énfasis en que este caso tratará de un ejemplo de la cultura latinoamericana.
[3] El amor bisexual es una idea tratada en el libro de Carolina Sanín tu cruz en el cielo desierto de 2020. De esa novela se fecunda en mí la idea del amor bisexual y da luz a este análisis.
[4] Como partimos de un binarismo cultural necesariamente es imposible, bajo esta mirada del mundo, incluir otras categorías distintas a hombre y mujeres.
[5] “Y mi mente ha parido nostalgia por no verte ya.”
[6] “Y mi mente ha parido nostalgia por no verte ya.”
[7] “Hasta en sueño he creído tenerte devorándome”
[8] “Porque en todas busco lo salvaje de tu sexo, amor”
[9] Ven castígame con tus deseos más
[10] “En mi cama nadie es como tú
No he podido encontrar la mujer
Que dibuje mi cuerpo en cada rincón
Sin que sobre un pedazo de piel.”