Yira Miranda Montero
yira.miranda@fundacionluvo.org
@yiramirandamont
La loza. Otra vez me encuentro lavando la loza. Pensando en qué preparar para la siguiente vez que tenga hambre, que tengan hambre. Otra vez estoy inquieta porque lavo a mano parte de mi ropa por aquello de cuidarla para que me dure más. Pero hoy, tampoco percibo en mi cuerpo las ganas de lavar.
Me meto a la hamaca, me atravieso en ella para quedar completamente estirada y mirando por la ventana llego a lo siguiente: existe algo en mí que corporalmente rechaza las labores de una ‘ama de casa’. Y eso, a pesar que reconozco conscientemente su trabajo para las sociedades: un trabajo que sigue siendo invisible para muchos.
En tiempos de cuarentena, en casa nos compartimos las tareas, y está bien ¿no? Puesto que aun puedo imaginar esos lugares donde todos los oficios de supervivencia recaen sobre las mujeres, mamás, abuelas, tías, hermanas o desconocidas. La ONU explica que las mujeres gastan en promedio 4.1 horas diarias en labores de cuidado y trabajo doméstico no remunerado comparadas con 1.7 horas que invierten los hombres; ahora imagínenlo en tiempos de pandemia.
Hoy, hacen memes y chistes cuando alguna mamá empieza a “regañar” o a “echar cantaleta” al aire en casa porque ella está cansada de algo y siempre dice que se irá, pero nunca lo hace. Nos reímos hasta el día en que entendemos qué significa, en nuestros propios cuerpos, que somos también, amas de casa. Se supone que todas las personas deberíamos aprender a cocinar, lavar, limpiar porque son acciones de supervivencia, reitero; como dice Ngozi Adichie, cocinar o ser ‘ama de casa’ no viene inscrito en la vagina y, ya sabemos que tampoco lo está en un pene.
Trabajo desde casa hace un buen tiempo ya, y este momento que nos obliga a confinarnos solo parece parte de mi rutina diaria. Sin embargo, en esa rutina mi cuerpo y mi mente siguen resistiéndose. En mi caso, sé que debo sobrevivir pero las tareas de casa siempre parecen obligatorias, impuestas por una autoridad que mantiene un orden establecido: yo me levanto casi todos los días con ganas de desobedecer o sin ganas de ser ama de casa aunque sea para mí misma. Yo solo quiero ser “La puta ama” pero de otras cosas. Sí, también me estoy viendo la casa de papel.
Resulta que esa es la definición de insurgente, una persona o un movimiento que se subleva contra la autoridad, que desobedece. He podido conocer muchas mamás, personas que se sienten identificadas con mi sensación y no me voy a disculpar por la ligereza de decir que las mamás han querido ser siempre insurgentes. Las mamás nunca han querido usar tanto detergente porque no es que ser ama de casa sea un trabajo ingrato, no; es que existe una desigualdad histórica que dejó a muchas ahí, en ese lugar y las convenció de seguir “el manual de la buena esposa” sin cuestionar.
En lo personal siento que mi insurgencia casera es doble porque me reconozco como mujer racializada, y sé que hombres y mujeres negras fueron esclavizados y obligados a hacer estos trabajos para sus colonizadores. Incluso cuando les daban este “cargo” de “mayordomos”, les permitían un poco de poder sobre los demás y estoy segura que así comenzó el endoracismo y la contradicción en la que, a pesar de ser esclavizados duramente por igual, a que los amos violaran mujeres negras, les hicieran abortar etc; hoy sigue siendo tan difícil tener a los hombres negros como aliados en las luchas feministas de las mujeres negras, como lo subraya María Lugones.
En fin, las labores del hogar tienen de sexistas, lo que tienen de clasistas y racistas. Las opresiones se intersectan en los cuerpos y los hacen más vulnerables. Entonces, es vital mantenerse siempre insurgentes, incluso desde casa para no olvidar. Para seguir luchando en la cotidianidad; para no normalizar; para ser conscientes del esfuerzo que requiere llevar a cuestas una carga histórica. Para seguir de pie, convencidas en buscar el cambio. Nunca detergente para dejar de consumir, para deshacer el capitalismo de a poco; para desarmar el machismo que nos encasilló ahí; para desmantelar el patriarcado dejando de servirle; para tumbar el racismo en las “tareas” del hogar que hoy tienen a muchas mujeres negras y racializadas trabajando en otras casas por mano de obra barata y precarizando sus vidas.
Para los hombres que hacen labores del hogar, ESTO NO VA PARA USTEDES, YA SÉ QUE EXISTEN. SOLO SIGAN CUESTIONÁNDOSE Y TRANSFORMÁNDOSE. El camino es largo y culebrero.
*Las posiciones son de las y los columnistas y no representan necesariamente a la Fundación Lüvo.
**Ilustración: Pixabay