Kathryn F. Orcasita Benitez
Instagram: @kath.orcasita | Twitter: @KathOB_7
Siento mi cuerpo agrietado; con múltiples aberturas alargadas y espacios entre sus bordes cada vez más anchos y profundos. Me pregunto por qué siento mi cuerpo agrietado a punto de estallar en múltiples pedazos. Al sentir mi cuerpo e intentar responder a esa pregunta, me digo a mí misma: estoy agotada. Me siento cansada de la disputa interna entre ideas y sentimientos que luchan por seguir sosteniendo el actual sistema-mundo o quemarlo todo y asumir con ímpetu y dignidad una nueva época y otra vida posible.
Y sigo preguntándome; ¿qué implica seguir sosteniendo el actual sistema-mundo sobre mi cuerpo? ¿qué significa asumir un cambio de época y otra vida posible? Estas preguntas me las he hecho siempre, sin embargo, ahora veo con más claridad las respuestas.
Seguir sosteniendo el actual sistema-mundo capitalista-neoliberal-colonial-racista-patriarcal implica la cosificación de mi cuerpo y de mi vida en una mercancía intercambiable por unos cuantos pesos o demostraciones de afecto precarias para el sostenimiento de otras vidas que no se consideran cosas o mercancías. Implica ser siempre la última cosa en la cual pienso, a la cual cuido y a la cual protejo. Por el contrario, asumir un cambio de época y otra vida posible implica poner mi vida en el centro, el cuidado y buen vivir de mi cuerpo y espíritu, así como el de las relaciones que establezco con otras personas; reconocer que soy un ser que siente, piensa, que tiene deseos y contradicciones, pero, sobre todo, reconocer que no soy una cosa, sino que soy una persona en perpetuo movimiento y transformación.
Así entonces, la respuesta es muy clara; alzo mí voz para decir ¡Basta ya! Me niego a seguir sosteniendo el actual sistema-mundo y sus impactos sobre mi cuerpo, mi vida y las relaciones que he establecido, asumo las grietas de mi cuerpo y de mi vida para que emerja el cambio de época y otras vidas posibles como un acto emancipatorio y vital frente a la necropolítica y a las pedagogías de la crueldad que encarnan la actual crisis civilizatoria.
Sin embargo, soy consciente que el decidir asumir mis grietas no basta, como dice el poema de Gloria Anzaldúa:
No basta con
decidir abrirte.
Debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
agrietarte,
derramar los lagartos y los sapos
las orquídeas y los girasoles,
virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.
[…]
No basta con abrirte
una sola vez.
De nuevo debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
desgarrarte,
dejar caer ratas muertas y cucarachas
lluvia de primavera, mazorcas en capullo.
Virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.
Esta vez debes soltarlo todo.
Enfrentar el rostro abierto del dragón
y dejar que el terror te trague.
—Te disuelves en su saliva
—nadie te reconoce hecha charco
—nadie te extraña
—ni siquiera te recuerdan
y el laberinto
tampoco es creación tuya.
[…]
No basta con
soltar dos, tres veces,
cien. Pronto todo es
tedioso, insuficiente.
El rostro abierto de la noche
ya no te interesa.
Y pronto, otra vez, regresas
a tu elemento y
como un pez al aire
sales al descubierto
sólo entre respiros.
Pero ya tienes agallas
creciéndote en los senos.
Así entonces, no basta con decidir abrirse, porqué “las grietas no son la solución. Las grietas no son respuestas, sino más bien son preguntas. Son posibilidades de actuar”, decía Catherine Walsh en una entrevista para la Revista Lüvo Vol. 7 N° 1. Sentir mi cuerpo agrietado significa, la posibilidad de seguir haciendo preguntas que me permitan reconciliarme con mi propia humanidad, habitando el eterno presente y su devenir sin las ilusiones que nos vende el actual sistema-mundo y que nos conducen a la auto-explotación y a una muerte en “vida”. Agrietarse implica, por fin, poner la vida en el centro.